Coordinación General de Bibliotecas Coahuila

15 Minutos de Lectura

José Joaquín Fernández Lizardi

Fábulas

Los lisiados, el espejo y el autor

Para mirar dos hermosos

espejos que yo tenía,

fueron a mi casa un día

unos pobres defectuosos.

Pero luego que se vieron

en el cristal retratados

tales como eran, montados

en cólera, así dijeron:

-Es insufrible insolencia

la del malévolo Autor

de estos lienzos. Sí, señor.

En nuestra misma presencia

nos injuria, nos maltrata,

nos insulta, nos apoca,

y nuestra rabia provoca,

pues nuestras faltas retrata.

Es menester acabar con bicho-tan insolente,

y mientras, violentamente

estos lienzos destrozar.

Mirando yo que trataba

rnis lunas de destruír –

aquella turba, el salir

comprendí que me obligaba,

Salí en fin, y revestid o

de mi propia autoridad,

les dije: -Necios, notad

que aquí nadie os ha ofendido.

Advertid, tontos, trebejos,

que son vidrios los que veis;

por lo tanto, no llaméis

retratos a los espejos.

Es propio de este cristal

y de otros más, sin que ultrajen,

reproducir una imagen

conforme al original.

Si alguno se viere viejo,

tuerto o corcovado aquí,

échese la culpa a sí

y no al autor del espejo.

El que los hizo, a fe mía,

retrataros no pensó,

pues cuando los fabricó,

ni siquiera os conocía.

Si vosotros estuvierais

sin lacras, seguramente

de modo muy diferente

en los espejos os vierais.

Dije, y se acabó, señores,

toda la riña al momento.

¡Ojalá entiendan el cuento

mis carísimos lectores!

El pastor, el chivo y los carneros

El pastorcillo gritó a las ovejas, pero no le hacían caso. Hubo una de las pequeñas que entró al rio. ¿Qué creen que pasó luego?

Un joven Pastorcillo

conduce, diligente,

de ovejas bien cebadas,

un hato; pues pretende

hallarles compradores

que gratos las acepten.

Sírvele de cabestro

Un Chivo, mas parece

que las mansas ovejas

al Chivo no obedecen:

pues al llegar a un río,

trépanse sobre el puente

el Pastor y el cabestro;

y desde luego, éste

indica a su rebaño

la senda conveniente;

más los borregos torpes,

que de guías no entienden,

piensan que el paso a nado

será cosa más breve.

Dan vueltas y revueltas,

vacilan, dudan, temen;

y al fin, un atrevido

a nadar se resuelve.

En vano hace mil señas

desde lo alto del puente,

el guía, que está temiendo

que una desgracia llegue.

El Corderillo osado

al agua entró impaciente;

tras él se arrojan otros;

tres, cuatro, quince, veinte.

Más, ¡ay! todos se ahogaron.

¡Adversa fue su suerte!

Se queja el Pastorcillo,

de su destino aleve;

y en tanto a los carneros

arrastra la corriente.

Es loco el que desprecia

un consejo prudente:

el que un capricho sigue,

muchas veces se pierde.

La rosa y la amapola

Una amapola ufana

a una Rosa decía:

-Mírame qué lozana

me ostento, prima mía;

a todos soy amable,

a todos accesible y muy tratable.

Mientras que tú, aunque bella,

arrogante y pulida,

aunque del campo estrella,

te ostentas presumida,

y esquiva, cuanto hermosa,

te resistes a todos espinosa.

Un muchacho maldito

en tal momento llega;

provoca su apetito

la Rosa, mas se pega

buen chasco, pues se espina

al cogerla, y la suelta y desatina.

Después de recobrado

de su dolor y susto,

contempla sosegado,

todo el jardín con gusto,

se fija en la Amapola,

y la troncha y destroza su corola

La pobre flor se queja

en idioma de flores;

más una y otra oreja

tapó con sus olores

la Rosa, y seria y fría

con socarrona voz así decía:

-Prima, si tú vivieras

de espinas bien cercada,

si recatada fueras,

no te vieras burlada,

ni de un pillo IDuchacho,

ni del indigno y necio populacho.

Sábete que las rosas

más bellas y fragantes,

las más lindas y hermosas

se preservan constantes

de cualquier mentecato

sólo con sus espinas y recato.

Esto parece cuento;

más sin duda aseguro

que habló con gran talento

la rosa, y aún lo juro:

Óiganlo las doncellas

que tienen un lugar entre las bellas.

.

La tortuga y la hormiga

Y la hormiga le responde que durante el verano guardo su reserva, para no pasar penurias. Al oír esto, la tortuga se lamentó de su suerte, porque ella poco comía, por estar todo el día en el pozo.

Es así como la hormiga le responde. ¿Qué le dice la hormiga a la tortuga?

En un pozo, una Tortuga

a cierta Hormiga decía:

-En este mísero invierno,

dime ¿qué comes, amiga?

– Cómo trigo, le responde,

y maíz y otras semillas,

de las que dejo en otoño

mis bodegas bien provistas.

-¡Ay! ¡dichosa tú! exclamaba

la Tortuga, muy fruncida:

¡Qué buena vida te pasas!

¡Qué bien te tratas, vecina!

Mientras yo ¡pobre de míl

en este pozo metida

todo el año, apenas como

una que otra sabandija.

-Pero en ese largo tiempo

¿qué haces?, pregunta la Hormiga.

y la Tortuga responde:

-Yo, a la verdad, día por día

me estoy durmiendo en el fondo

de este pantano o sentina,

y es raro verme, en el suelo

arrastrando la barriga.

-Pues entonces no te quejes,

le contesta la Hormiguilla,

de las hambres que padeces,

ni de tu suerte mezquina;

porque es ley muy natural,

al mismo hombre prevenida,

que al ser que nunca trabaja,

la penuria lo persiga.

El mono y su amo

Pensó que sería un trabajo sencillo, solo debía torcer el cuello del animal, y posteriormente cocinarlo. Y así fue, el mono tomó al perico del amo y lo mató. Al ver esto, el amo le dio una buena paliza al mono. ¿Cómo sigue la historia?

A una diestra cocinera

vio matar pollos un día

un Mono, y dijo: Yo haría

lo mismo. ¡Bah! ¡Qué friolera!

¡A matador me dedico

desde hoy; con ardor empiezo!

Clamó, y le torció el pescuezo …

¿A quién? Al pobre perico

Sábelo el Amo, y al punto,

por la cólera cegado,

azotó al Mono a tal grado,

que lo dejó por difunto.

¡Oh Mono infeliz! ¡Qué caras

pagaste tus fechorías!

Mas ¿por qué te meterías

en camisa de once varas?

Para no sufrir la pena

del Mono, sé cauteloso:

Recuerda que es peligroso

practicar función ajena.

La paloma, el cuervo y el cazador

Cierto día, mientras la paloma robaba trigo, un cazador la atrapo en un trampa, y le dijo que el serviría de comida. Pero la paloma se justificó diciendo que el cuervo le había enseñado todo.

¿Saben que le respondió el cazador?

Se hizo amiga de un Cuervo una Paloma,

y algún tiempo después tan bien graznaba,

que, al oirla sin verla, era forzoso

que todos por un cuervo la tomaran.

Fue tal su aplicación, que en breve plazo

a robar aprendió con arte y maña.

¡No es raro! ¡ya se ve! con tal maestro

debió salir muy hábil la oficiala.

Muchos granos de trigo, uno por uno

de cualquier sementera se robaba;

y hurtó tanto, que al fin los labradores

cansados, acordaron atraparla.

Ella, que sus ardides no conoce.

cayó indefensa en la traidora trampa

y al llegar a las manos de un labriego,

a sabroso manjar fue destinada.

Se aflige la infeliz y se disculpa,

diciendo que un mal Cuervo la enseñaba

a graznar y robar. – Pues no te vale,

contesta el labrador, tu excusa vana.

Si con otras palomas anduvieras,

o te quedaras metidita en casa,

no serías ladrona ni atrevida,

ni te vieras al plato destinada.

Más ya que con el cuervo te juntaste

y aprendiste tan bien sus malas mañas,

yo te asaré a la noche, y con tu vida

pagarás las espigas que me faltan.

Siempre tiene mal fin el insensato

que con gente perversa se acompaña.

El perro grande y el chico

Sus juegos eran tan divertidos que el perro grande se olvidaba que estaba junto a uno más pequeño, y es así como entre mordisco y mordisco. El perro grande le hizo gran daño al perro chico. ¿Qué creen que paso?

Amplia confianza y amistad estrecha

será buena entre iguales, si con tiento

lograran los amigos

mantener eficaz comportamiento:

La chanza con los grandes no aprovecha:

con ellos pierde el chico. Va de cuento:

Un perro grande jugaba

con un chico, cierto día;

y el chico al grande mordía,

fiado en que chanceaba.

Lo desigual olvidaba,

y al fin muy recio mordió

al Mastín; tanto dolió

al Perrazo la mordida,

que tremenda sacudida

dio al perrito y lo mató.

Los consejos de la rata

Le dijo que se mostraba amable, que escondía sus uñas, y que a simple vista era dócil, pero que en realidad es un trampa para cazar a más ratones. ¿Cómo sigue la historia?

Una Rata moribunda.

-madre amorosa y discreta-

un Ratón dijo: Esta casa

mil enemigos encierra

que te siguen y te espían

cual si fueran centinelas.

Guárdate de todos ellos;

pero con más diligencia

guárdate del Gato viejo

que siempre en la chimenea,

holgazán y descarado,

se solaza y se calienta.

Uñas tiene, y las esconde

con la malicia más negra;

ve más que un lince, y los ojos

entorna, encapota y cierra;

está siempre murmurando

para que digan que reza;

pero no hay tal, este bicho

afecta mucha modestia,

y es el pillo más infame

que en el mundo el sol calienta.

Témele mucho, hijo mío.

manéjate con cautela,

porque cuando menos pienses,

entonces tu vida acecha;

y si consigue que calgas

en sus uñas, no la cuentas.

Es hipócrita el tal Gato;

y esos viles tienen ciencia

para dañar cuando halagan.

para matar cuando besan.

Dicho esto, murió la Rata.

Yo venero su prudencia:

todo enemigo es temible,

y mucho más, si aparenta

la amistad que no conoce

o la virtud que desprecia.